miércoles, 19 de agosto de 2009

Despues de apagar la luz de la cocina, me sente a charlar con el en el piso del comedor. Comenzamos hablando de cuando eramos pequeños. El vivia aun en Mercedes y todos los domingos almorzaba en la casa de sus abuelos con su numerosa familia mientras que yo comia en un depto de capital acompañada de mi gato fideos recalentados de la noche anterior. Segun el su madre le hacia cortes graciosos en su cabello (que por supuesto a mi me llenaba de ternura imaginarlo) mientras que a mi, mi madre me vestia de una manera totalmente ridicula (que espero no haya intentado imaginar). Me conto de sus vacaciones, de sus hermanos, de los juegos, de su llegada a buenos aires, hablamos de todo un poco mientras yo lo miraba como si admirara fascinada una pintura de Da Vinci. Luego volvi a la cocina por algo que beber. Una vez mas cerveza. Creo que eso fue lo que viro la conversacion hacia otros temas un poco menos tiernos y nostalgicos. Le conte un par de secretos (dos o tres) que a la mañana siguiente me avergonzarian, hablamos tambien de momentos tristes, de epocas oscuras y de placeres complicados de entender si un par de vasos de cerveza ya introducidos en el organismo. Mas tarde salimos a su balcon a fumar (el fumaba, yo lo observaba de nuevo extasiada) hasta que nos dio frio. La excusa perfecta para pedirle a alguien que te abrace. Me abrazo. Esa noche senti que me beso con cariño (o al menos eso quise pensar) y me acaricio tiernamente. Me dormi entre sus brazos. Por un rato me senti perfecta. A la semana siguiente me dijo que volveria a vivir a Mercedes.

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